En una de las calles adyacentes a la Plaza Mayor de Madrid hay un restaurante con un cartel que informa al cliente de que Ernest Hemingway, el conocido escritor americano, nunca comió allí. Tal cartel resume a la perfección la disolución del genial escritor americano en un personaje víctima de sus estereotipos. Por encima de los toros, la guerra civil, los mojitos, la Floridita y otros tantos tópicos Hemingway es uno de los grandes escritores del siglo XX. Este año se conmemora el 50 aniversario de su muerte. Este post pretende ser una reivindicación y pequeño homenaje de sus Obras Completas.
«El hombre no está hecho para la derrota; un hombre puede ser destruido pero no derrotado».
La primera vez que leí un libro de Hemingway fue El viejo y el mar. Muchas veces los críticos censuran este relato por ser muy melodramático y sensiblero. Cuando yo lo leí tenía 17 años, edad en la que uno debe ser cursi por necesidad, por lo que guardo muy buen recuerdo del mismo. La trama describe el duelo final de un viejo pescador con un gran pez. Lo único que necesita Hemingway son las palabras y reflexiones del viejo pescador para cautivar la atención del lector. He de reconocer que siempre he tenido debilidad por los personajes mayores con más derrotas que victorias en su mochila. Pese a todo el edulcorante que tiene el libro creo que uno debe ser un trozo de carne sin corazón si no aprecia la belleza, estilo y estética que logra alcanzar Hemingway en este librito. este libro puede servir de iniciación a la lectura adulta y también al universo del escritor.
El siguiente libro del que quiero hablar es Fiesta. Es una de las novelas más conocidas del escritor. Hemingway escribió esta novela en los años ’20 y transcurre durante los Sanfermines. El motor de la novela es la pulsión entre todos los personajes. Primero entre Lady Brett Ashley, mujer promiscua y divorciada, y Jake Barnes, hombre que tiene una impotencia debido a una herida de guerra. Barnes es el que conoce el mundo del toreo y sirve de guía para el resto de sus amigos. Uno de estos amigos es Robert Cohn. La amistas entre ambos se ve puesta a prueba por Ashley. No contenta con ello, también desea coquetear con uno de los toreros, Jacinto, lo cual crea recelo entre los locales. Hemingway, que se basó en personas y hechos reales para escribir la historia, pretende describir una sociedad decadente, marcada por la Gran Guerra, que apuran los últimos tragos los tiempos de vino y rosas, un poco ya ajadas. En el lado negativo posiblemente este libro haya servido muchas veces como caricatura del escritor, en especial en España, pero sigue siendo una joya de la Historia de la Literatura Universal.
Finalmente me gustaría hablar de los relatos. Hemingway cultivó este género durante toda su vida y, sin lugar a dudas, podemos decir que el escritor americano es uno de los grandes maestro de este género. Un escritor no sólo es bueno por lo que describe sino también por lo que omite. La situación de elementos aparentemente anodinos pero determinantes, tramas que avanzan a un desenlace trágico sin remedio, los diálogos cortos y certeros… son técnicas que Hemingway domina a la perfección. Son muchos los relatos que cabría destacar como obras maestras, pero personalmente el que más me gusta (y vuelve a vincular a Hemingway con España) es La capital del mundo. En una de esas pensiones en blanco y negro donde de nuevo el fracaso ha juntado a las diferentes partes de la sociedad española, un joven camarero, torero de salón, sueña con convertirse en un gran matador. Mientras tanto se gana la vida de camarero. Sus compañeros tienen más interés en la vida sindicalista. Curas y guardia civiles también aparecen por ahí. En fin, un nuevo retablo de la sociedad española pero esta vez centrándose más en los autóctonos que en los guiris que están de paso.
En fin, sea lo que que el lector buscando, Hemingway tiene siempre algo en su haber que ofrecernos. En especial a los españoles, en los que Hemingway encontró un motivo de inspiración.