How I killed Pluto and why it had it coming de Mike Brown

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Hay acontecimientos que contribuyen a que seamos conscientes del paso del tiempo. Por ejemplo, cuando la Ciencia realiza un descubrimiento que trastoca completamente aquello que aprendimos en el colegio. Es como si el mundo hubiera cambiado de repente. Los niños aprenderán de forma natural esa nueva información mientras que los adultos necesitaremos reciclarnos o nos convertiremos en fósiles del conocimiento. Recientemente se produjo uno de esos cambios: el sistema solar, que desde 1930 estaba formado por nueve planetas, pasó, en 2006, a tener solamente ocho. Plutón, el “recién” llegado al selecto club de los planetas, fue expulsado por los astrónomos de todo el mundo. El culpable fue Mike Brown y un descubrimiento que realizó el 8 de enero de 2005. El libro del cual hoy vamos a hablar, que está escrito por el propio Brown y que lleva por título How I killed Pluto and why it had it coming (Cómo maté a Plutón y por qué se lo merecía), narra la historia que sucedió en torno a su descubrimiento y sus consecuencias.

Mike Brown (1965) creció en la ciudad de Huntsville, Alabama, ligada al programa espacial Apolo de la NASA. Desde muy temprano se interesó por los planetas, las estrellas y todo aquello que podía localizar en el espacio. Realiza sus estudios de Física en la Universidad de Princeton y se gradúa en astronomía en la Universidad de California, Berkeley, donde realiza su doctorado sobre Jupitar y su luna volcánica Io. Una tarde, durante un descanso, su amiga y colega Jane Luu le comunica que acaban de descubrir el cinturón de Kuiper, un conjunto de cuerpos más allá de Neptuno que orbitan alrededor del sol. Dicho descubrimiento lleva al joven Brown a hacerse la siguiente pregunta: si hasta entonces no conocíamos la existencia del cinturón de Kuiper ¿puede ser que hayamos pasado por alto otro elementos importante de nuestro sistema solar, incluso algún planeta? Una vez finalizado su doctorado Mike Brown se lanzará a la misión de buscar ese posible planeta “X”.

«¿Acaso no sería bueno pensar solamente sobre ciencia sin preocuparnos de su impacto en la cultura? ¿Acaso no sería bueno decir simplemente la cosa que tuviera más sentido?».

El libro empieza por el final aunque solamente los que vivan en otro planeta (tum-tum-chan!) les puede sorprender la noticia: el 24 de agosto de 2006 la International Astronomical Union (IAB), reunida en Praga decide en una votación y por aplastante mayoría que Plutón, tras poco más de 70 años, deja de ser un planeta para formar parte de una nueva categoría: planetas enanos. Una vez conocido el resultado Brown llama a su esposa para comunicarle la noticia. En su boca hay un sabor agridulce. Es cierto que esa era la decisión por la cual hacía campaña Brown, pero tenía un daño colateral: Xena (posteriormente Eris) , el cuerpo que Brown había descubierto recientemente y que poseía un tamaño superior a Plutón caería también dentro de esa categoría en vez de estar considerado como un nuevo planeta dentro del sistema solar. Y no es lo mismo explicarle a tu hija que tu papá ha descubierto un planeta a decirle que tu papá ha descubierto un planeta enano (que pese a lo que puede indicar el nombre ni siquiera es planeta).

Pero ¿qué es un planeta?. Por increible que parezca, hasta la famosa reunión de la IAB, no existía una definición oficial. Es una cosa increíble pensar que aquello que los niños saben y aprenden de forma casi intuitiva en el colegio sea tan difícil de describir por los expertos en la materia. Recuerdo con frustración mis clases de Universidad cuando empezábamos con una nueva materia y de cada nuevo concepto teníamos que aprendernos tres o cuatro definiciones distintas ya que no existía un consenso en la comunidad académica/científica respecto a ese término. Cuanto más sabes de una cosas menos seguro te sientes de pronunciarte sobre ella.

La palabra “planeta” (idéntica en latín) proviene del griego πλανήτης (planētēs) y significa vagabundo o errante. Este es uno de los factores más importantes para identificar a los planetas. A diferecia de otros cuerpos, los planetas viajan por el espacio y es así como se les puede localizar. En la Antigüedad había 7 planetas (donde el el sol y la luna eran también considerados planetas) que giraban alrededor de la tierra. En la Modernidad, gracias a Galileo y a Copérnico, cambia el modelo pasando a ser la tierra un planeta más que orbita alrededor del sol. A finales del siglo XVIII se descubre Urano y a mediados del XIX Neptuno. Como hemos dicho antes en 1930 se registra la existencia de Plutón. En torno a los años ’70 del siglo XX se pensó qu existía un planeta posterior pero dicha hipótesis quedó descartada a principios de los ’90. Sin embargo Mike Brown, motivado por el descubrimiento realizado por el equipo de su amiga, decide embarcarse en la búsqueda de este planeta.

Tras algunos pasos en falso, combinando diferentes técnicas (el libro también recoge la evolución de la astronomía y su paso a la era digital) por fin empieza a localizar diferentes cuerpos que analiza con la esperanza de que sean un planeta. Pero ¿cómo podía demostrar que eran un planeta si la propia IAB no se había pronunciado hasta el momento sobre cuáles eran las características de uno? Su guía era la definición poco orotodoxa de cuerpo circular (como bien explica Brown siempre que observamos un cuerpo circular en el espacio quiere decir que la gravedad ha actudado sobre él) que gira alrededor del sol y que al menos es tan grande como Plutón. A medida que avanza en su investigaciones se da cuenta que esto no tiene ningún y sentido y una cosa aún más terrible: que Plutón no es en verdad un planeta (lo cual era ya defendido por algunas voces autorizadas).

Cuando realiza el descubrimiento de Xena-Eris se enfrenta a una disyuntiva. Si defiende a Plutón como planeta Eris, al tener un tamaño superior, se convertirá automáticamente en planeta. Sin embargo en su fuero interno sabe que Plutón nunca debía haberse considerado como planeta y por tanto su querido Eris tampoco. Brown decide defender la verdad científica sobre su deseos sentimentales.

Porque también hay sentimientos en este libro. La investigación de Brown avanza paralela al desarrollo de su vida privada. Descubrimos cómo conoció a su mujer Diane, cómo se declara ante ella, nos presenta a su hija Lilah (cuyo nombre significa “noche” en árabe) y otros episodios domésticos que sirven para que conozcamos más de cerca el día a día de un científico y también como método de amenizar la historia. Brown decide bautizar una de las lunas de Eris con el nombre de Dysnomia, a modo de “regalo eterno” a su mujer, y esta le responde con un “gracias… supongo” y luego añade que este gesto no le exime de harcele regalos en Navidad.

El humor no queda solo dentro del ámbito familiar. Brown exhibe las contradicciones y absurdos del mundo científico junto con sus pequeñas miserias. La labor de un científico español no deja muy bien a nuestro país aunque el propio Brown no generaliza para nada y limita sus dardos a dicho sujeto de cuyo nombre no quiero acordarme. En el resto de las situaciones simplemente se limita a describir, sin mucha crueldad, situaciones tan surrealista como las actuaciones de ciertos foros de internet o como un grupo de científicos organizaron una especie de conjura para tratar de que Plutón siguiera siendo un planeta del sistema solar (el episodio de la votación sobre Plutón como planeta es delirante).

En uno de los mejores libro de filosofía de la Historia, La estructura de las Revoluciones Científicas, Thomas Kuhn explicaba como la ciencia no avanza de forma lineal sino a través de paradigmas. Un paradigma es un modelo, un conjunto de verdades, que nos ayudan a describir el mundo. Estos paradigmas, debido a nuevos descubrimientos, van quedando obsoletos y por lo tanto necesitan actualizarse. En algunos casos conservaremos parte de esas leyes pero otras quedarán desterradas. Curiosamente la Ciencia avanza gracias a los fallos y no los aciertos. El libro de Mike Brown recoge un pequeño cambio de pardigma que quizás no hayamos cerrado del todo todavía. El propio Brown aboga porque diferenciemos entre planetas gigantes (Jupiter, Saturno, Urano y Neptuno) frente a planetas terrestres (Mercurio,Venus, la Tierra y Marte). Tras la desaparición de Plutón como planeta un amigo le pregunto a Brown cómo se sentiría cuando su hija Lilah aprendiera en el colegio que Plutón ya no era un planeta y que su padre era el culpable de dicha situación. Brown, tras pensar un poco, le respondió que su hija cuando fuera al colegio (todavía no tenía la edad de ir al colegio) un día aprendería que el sistema solar está formado por ocho planetas. Entonces su padre, cuando volviera a casa ese día, le diría que cuando ella nació se pensaba que había nueve planetas y que incluso algunas personas defendían que había diez o más planetas. Entonces ella, perteneciente ya al nuevo paradigma, se limitaría a negar con la cabeza y decir, como Obélix, estos adultos están todos locos.

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