La confesión de John Grisham

/

Mis vacaciones acaban y con ellas termino también el libro que he estado leyendo estos días. Bueno, realmente el libro me lo ventilé hace ya una semana, pero falta compartir con vosotros mi opinión sobre el mismo. Y esta parte es tan importante como la lectura. La novela que ha venido conmigo de vacaciones estos días es The Confession (la edición es español saldrá el próximo otoño) del escritor estadounidense John Grisham, conocido autor del bestsellers como El informe pelícano.

El reverendo Keith Schroeder se dispone a empezar una semana de trabajo normal en su parroquia de Kansas cuando recibe la visita de un presidiario en libertad condicional. Este preso le confesará que el Estado de Texas se dispone a matar a un hombre inocente por un crimen que él cometió hace unos años. Travis Boyette además padece un tumor cerebral y saber que su muerte está cerca le ayuda a dar este paso adelante y querer salvar la vida de ese chico. Mientras, en Texas, el abogado del reo está intentando parar desesperadamente la ejecución de su cliente siguiendo los cauces normales en ese tipo de ocasiones. Quedan sólo cinco días y Robbie Flak está dispuesto a utilizar cualquier baza a su disposición para conseguir su objetivo.

En general me parece un libro bastante decente. Grisham es un experto en thriller, sabe de lo que está hablando. La proximidad de la ejecución hace que el ritmo sea trepidante y el lector se involucra totalmente en esta carrera por salvar la vida de un inocente, no sin cierta frustración en algunos estadios. Es de esos libros que engancha al lector causándole horas de insomnio por saber qué es lo que va a pasar en el siguiente capítulo. Es un bestseller clásico, es decir, el libro no va a cambiar la historia de la Literatura Universal (no todo libro tiene por qué tener esa meta), pero la temática de la historia hace que reflexionemos sobre nuestro modelo de sociedad, y esto es ya bastante.

El libro es mucho más que una apalogía sobre la abolición de la pena de muerte. Sobre lo que más me ha hecho reflexionar este libro es de como países democráticos tienen en sus cuerpos jurídicos normas que, si no están en contra de los Derechos Humanos, sí lo están de su espíritu. Grisham detalla al principio de la novela, a través del abogado de causas pobres situaciones como las siguientes:

  1. Que en Texas para casos de asesinato se puede condenar a alguien con la pena capital sin que se tenga una prueba concluyente de que se ha producido uno de hecho o sin siquiera haber encontrado el cuerpo de la víctima.
  2. Que la policía puede mentir en cualquier momento durante un interrogatorio para sonsacar una confesión forzada.
  3. Que pese a que las amenazas con la pena capital y las promesas de garantizar una pena más flexible si se colabora con la investigación sean inconstitucionales, la policía utiliza también esta técnica para sonsacar confesiones falsas.

La justicia es un pilar básico del Estado de derecho, quizá sea el más importante. Pero eso no implica que los ciudadanos no debamos luchar e incluso responder ante ciertas decisiones o normativas vigentes. En el pecado llevaremos la penitencia, pero es nuestro deber ciudadano controlar a los poderes que nos gobiernan y el poder judicial no puede ser una excepción aquí.En todos los países cuecen habas y España no es una excepción. Amnistía Internacional ha denunciado la impunidad policial en España en su informe ESPAÑA SAL EN LA HERIDA IMPUNIDAD POLICIAL DOS AÑOS DESPUÉS. Por no mencionar las ayudas del juez Varela a Manos Limpias en la causa abierta contra Garzón y su investigación sobre los crímenes de la dictadura franquista (en otros países este proceso les parece algo increíble e indigno de un país democrático).

Hay un último tema que aparece en el libro y que también me parece importante destacar, ya que no nos es ajeno tampoco: los familiares/amigos/conocidos de las víctimas. Aunque es comprensible que su dolor les impida en ciertos momentos pensar de una forma razonable, debemos hacer todo lo posible por comprender su dolor sin convertirlo en un circo. La clase política y muy especialmente la periodística son los que más tienen que aprender de esto último.

Deja un comentario