Dos cosas ocurrieron la semana pasada. La primera es que hice pellas y no publiqué el post dominical. La segunda, y más importante, es que se conmemoró el centenario del nacimiento del escritor y pensador Emil Cioran. Para sumarnos desde DeQueVa a este homenaje hoy queremos reseñar uno de sus libros más emblemáticos: Silogismos de la amargura.
Cioran nació el 8 de abril en Rumanía pero se mudó a Francia en 1937, adoptando la lengua gala (Samuel Beckett, con el que mantuvo contacto renunció a su lengua natal por la francesa en una búsqueda por escribir sin estilo alguno), pero nunca pidió la nacionalidad de este país ya que se consideraba un apátrida. Renunció así mismo todos los premios que le otorgaron. Su pensamiento radical y nihilista encuentra correlato en una vida peculiar. Simpatizante con el nazismo en su juventud Cioran se acabará convirtiendo en una referencia para la intelectualidad europea.
Silogismos de la amargura tiene un título engañoso, ya que no hay ni un solo silogismo en el libro. El silogismo es una forma de razonamiento que proviene de la lógica clásica. Lo que realmente contiene el libro es una recopilación de aforismos. El aforismo es a la filosofía lo que la poesía a la literatura. De extensión breve, arrojan ideas a la cara de los que los leen buscando calentar tanto su pecho como su cabeza. Ética y estética bailan un vals sobre las páginas de un libro.
Agrupados en diferentes secciones, los aforismos van dando pinceladas del pensamiento de Cioran: escepticismo, duda, rencor, ironía, amor, religión, naciones, etc. La sociedad europea entra en una gran crisis de valores tras la guerra mundia y sus pensadores buscan demoler cualquier idea preconcebida. El racionalismo aplicado hasta las últimas consecuencias había llegado a crear la barbarie nazista, por lo que se impone repensar cualquier concepto. Todos los valores hasta ese momento usados son papel mojado y un nuevo order tiene que nacer. ¿Cómo se consigue esto?
Cioran, como su predecesor y referente Nietzsche, cuestiona cualquier prejuicio. Un prejuicio es una idea que damos por buena sin haberla sometido a una reflexión. Cuando una sociedad se encuentra en un periodo de crisis (como en estos momentos) debemos derruir todo el edificio y empezar de nuevo desde los cimientos. Y filósofos como Cioran son muy útiles en estos casos. Pongamos un par de ejemplos:
“En un mundo sin melancolía los ruiseñores se pondrían a eructar.”
“Si alguna vez has estado triste sin motivo, es que lo has estado toda tu vida sin saberlo.”
“Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado.”
“Quién por distracción o incompetencia detenga, aunque sólo sea un momento, la marcha de la humanidad, será su salvador.”
Y mi favorito:
“Durante tres siglos, España guardó celosamente el secreto de la Ineficacia; sin haberlo usurpado, habiéndolo descubierto por sus propios medios, por introspección, ese secreto lo posee hoy todo Occidente.”
Si bien este posicionamiento crítico es bueno como herramienta cuando empezamos a pensar, no podemos aplicarlo de forma radical sin caer en la desidia. Y este es, desde mi punto de vista, el problema de Cioran, Nietzsche y de otras corrientes de pensamiento como el relativismo o el nihilismo. Es muy fácil denunciar las incongruencias del sistema y quedarse contemplativo pese a lo que pasa a tu alrededor. Lo que es difícil es pringarse y dedicarse a construir un nuevo sistema que nos permita vivir mejor en sociedad.
De todas formas, aunque sólo sea por la fina ironía de Cioran, el libro es más que recomendable. El libro permitirá al lector explorar otras posibilidades que no había pensado previamente. Con suerte además le ayudará a quitarse un par de vendas. Y esperemos que al final, todo el que lo lea, no se contenté con cerrar el libro y a otra cosa mariposa. Esperemos que incluso aquellos que no habían leído antes un libro de filosofía, se animen a buscar soluciones a los problemas que una de las grandes mentes del siglo pasado nos plantea.