Alma salvaje

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Los hombres no lloran. Desconozco quién y cómo introdujo este programa en mi hardware y no tiene mayor importancia. Lo digo solo porque el lector puede hacerse una idea, a partir de ese principio, del desconcierto que me invadió cuando noté un lagrimón resbalando por mi mejilla en el momento en el que un niño comienza a cantar delante de Reese Witherspoon en Alma salvaje.

“¿Pero qué me pasa?”

La pregunta resonó silenciosa en el lado izquierdo de mi cerebro (no sé, tal vez en el derecho, quiero decir el de las emociones). Me sentí agradecido de la oscuridad circundante.

Si, lo confieso, he cumplido sobradamente los cuarenta y sí, tal vez me haya hecho blando. Pero no dejaré de buscar alguna excusa en mi defensa: por ejemplo, la película es realmente emocionante.

El título original es Wild y el director Jean-Marc Vallée. Está basada en la autobiografía de Cheryl Strayed y es, por tanto, una historia real.

Por si no la ha visto el lector resumiré sin reventarle nada: una road movie al mejor estilo yanqui. La protagonista decide recorrer en solitario y sin experiencia 1.600 kilómetros de montañas y desiertos porque no sabe dónde meterse después de liarla parda (a veces pasa).

En realidad es un drama que gira en gran medida en eso que no queremos llamar de ninguna manera pero que viene siendo una de las leyes de la existencia (junto a la de Murphy). Me refiero a la pérdida y no, no a la pérdida de esos kilos de más que nos sobran o de ese 25% de salario que se ha volatilizado como por arte de magia con esto de la crisis.

Voy más por lo de la pérdida de seres queridos, por lo del adiós que cada tres por cuatro nos vemos obligados a dar a gente a la que amamos. Se van, bien porque se mueren o bien porque la vida sigue o incluso –y eso le sucede también a la protagonista- porque la hemos cagado a fondo. Se van y nos quedamos con cara de bobos o algo peor.

Igual es que me he hecho mayor, pero cuando me acuerdo de la escena del niño cantando en Alma Salvaje me siguen dando ganas de llorar.

En fin, qué será de nosotros, los hombres de toda la vida. No me queda más que maldecir a los hipsters y a los buenos cineastas. Están acabando con nosotros.

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