Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)

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Tengo que admitir que normalmente no escribo sobre cine, principalmente porque voy muy poco ultimamente al cine. Desde luego, mucho menos que al teatro (y aún así escribir sobre teatro ya me parece un tanto osado) Pero hoy haremos una excepción. Y lo haremos en buena medida porque Birdman también es teatro, o retrata el teatro, u homenajea el teatro. Cada uno tendrá su opinión al respecto. Y también porque la forma de rodar Birdman que Alejandro G. Iñárritu ha escogido, con un (falso) plano secuencia único, obliga a los actores a trabajar como si fuera teatro, sin muchos cortes, sin dos o tres cámaras simultáneas, sin más opción que el pie y la répica constante, la «verdad» que los escenarios exigen a los actores, en contraposición con el cine, donde todo es mucho más fragmentario. Normalmente.

Pero Birdman es cualquier cosa menos una película normal, rodada casi por completo en plano secuencia (con algunos trucos para incorporar las elipses temporales), Iñárritu aporta una intensidad emocional brutal y un ritmo elevadísimo a toda la película. La sensación que que todo se está produciendo en tiempo real, en una sola toma, aporta una gran dosis de verosimilitud, como también los guiños a la vida real de Keaton. La historia nos narra los momentos crepusculares de Riggan Thompson, un actor que ha vivido sus mejores momentos hace más de dos décadas, cuando interpretó a un superhéroe en 1992 (Keaton fue Batman en 1992). Ahora lucha por retomar las riendas de su vida personal, familiar y profesional, antes de que todo se vaya irremediablemente por el sumidero.

Y para su «comeback» elige la jugada más arriesgada, montar una obra basada en un relato de Raymond Carver («de qué hablamos cuando hablamos de amor?») en un teatro de Broadway acompañado por actores de teatro de toda la vida. Iñárritu lleva a Keaton y a Edward Norton hasta el límite, dando a toda la cinta un aire documental y colocando la acción siempre al borde del precipicio emocional. Todo parece que vaya a desmoronarse en cualquier momento, todo parece ir un paso más allá de lo razonable, de lo sostenible. Keaton se aferra con un esfuerzo postrero al último tren que pasa en su vida y que amenaza constantemente con pasarlo por encima. El resultado es una interpretación magnífica. Quizás la mejor de su carrera, cargada de momentos sublimes y de la sensación de que ha puesto aquí más carne que en toda su filmografía anterior.

Homenaje al teatro

La película es también un hermoso homenaje al teatro, desde la desnuda exposción visual de las tripas de un teatro de Broadway, con esos planos claustrofóbicos que nos conducen desde los camerinos a las galerias y al backstage del decrépito teatro, hasta la reivindicación de una profesión hermosa y siempre en el filo como es la de los actores de teatro. Edward Norton interpreta magistralmente a un actor de teatro de toda la vida que desdeña la artificialidad y la fama de Hollywood, defendiendo con uñas y dientes el territorio de los escenarios de Nueva York, donde solo se puede sobrevivir si uno está dispuesto a dejarse la piel cada noche en las tablas. Los amantes del cine y los del teatro serán felices, por una vez, viendo la misma película.

Birdman tiene 9 nominaciones a los Oscar 2015. Ha ganado ya dos globos de oro. Apunta a ser una de las triunfadoras en la noche de las estatuillas doradas de Los Ángeles.

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