El túnel de Ernesto Sábato

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Hemos tenido una semana aciaga que nos ha dado un nuevo premio Cervantes, pero nos ha robado dos. El lunes se nos iba el poeta chileno Gonzalo Rojas, el miércoles pronunciaba su discurso en Alcalá de Henares Ana María Matute y ayer sábado moría el escritor argentino Ernesto Sábato. En homenaje de este último, hoy vamos a hablar de su novela más famosa y una de las obras cumbres del siglo XX: El túnel.

“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne“. Este el comienzo de la novela y ya con esta línea Sábato se había garantizado el billete de ida al Parnaso. La novela fue publicada en 1948 y tal y como indica la primera frase, el libro contiene el relato en primera persona del pintor Castel y su tortuosa relación con María Iribarne. Ambos personajes se conocen en una exhibición del pintor y Castel se queda prendado de ella tras observar como es la única en apreciar una escena secundaria en uno de sus cuadros. La obsesión del pintor con María irá en aumento a lo largo de toda la novela hasta llegar el momento en que Castel, llevado por un ataque de celos, decide matar a María.

“Si alguna vez sospecho que me has engañado -le decía con rabia- te mataré como a un perro”

Sábato le entrega a Alfonsín el conocido como Informe Sábato, que recoge su investigación acerca de los desaparecidos durante la dictadura militar.

Esta novela breve y fuertemente intensa se inscribe dentro del clima existencial de la resaca de la segunda guerra mundial. El tono es negativo y desolador. Frases como“la humanidad me pareció siempre detestable” son bastante recurrentes a lo largo de toda la historia. La incapacidad del personaje principal a comunicarse con el mundo exterior es dolorosa. De repente aparece una persona que consigue comulgar con su espíritu y el pintor la querrá para sí. Esta relación enfermiza acabará trágicamente y poco o nada importa la realidad. A Castel sólo le basta sus conjeturas y así se lo hace saber a María en un momento dado: “Si alguna vez sospecho que me has engañado -le decía con rabia- te mataré como a un perro”. La sospecha, no el acto, es suficiente para recibir el castigo.

Esta no es una novela de malos tratos. O eso puede ser una lectura en primerísimo nivel. La desolación, la angustia ponen al ser humano en un mundo, social a su pesar, en el que busca entenderse a través de las miradas de los que tiene enfrente. Castel no sólo destruye a María por la incapacidad de compartila con otras personas, sino porque en María acaba por comprender sus propias miserias. Es un espejo que le devuelve una imagen realista de su espíritu.

Cuando una repasa las fotografías de Sábato uno puede ver a un hombre de una mirada infinitamente triste. Se ha ido no sólo una gran novelista. La gran labor ensayística de Sábato está fuera de toda duda. Así mismo su compromiso con los Derechos Humanos. Con la democracia recién instaurada, Raúl Alfonsín encargó al escritor llevar a cabo una investigación acerca de las desapariciones en Argentina. Sábato realizó su informe que luego recogió en su obra Nunca más. En su debe algunos todavía le reprochan que compartiera mesa y mantel son el sanguinario asesino Videla.

Ayer se ha ido uno de los últimos clásicos del siglo XX y sin lugar a dudas el último de Argentina. Con 99 años de edad (edad mucho más literaria que 100). En el siglo pasado Argentina fue un verdadero crisol de escritores. Con la muerte de Sábato cierra el capítulo del siglo XX y se abre el todavía pendiente por explorar del XXI. Realmente parece difícil que consigan igualar la calidad del pasado. Esperemos que lo consigan o si es posible incluso rebasar cuotas pasadas. Ernesto Sábato, descanse en paz.

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