Freakonomics de Levitt y Dubner

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Cuando alguien menciona la palabra Economía quien más y quien menos se echa a temblar. Algunos ven en esta disciplina el origen de todos los males. Otros dicen que no entienden sus términos y que eso de inflación, déficit o plusvalía les suena a chino o a marxista. Sin embargo pocas cosas hay en la vida tan naturales como la Economía. Está íntimamente relacionada con nuestro instinto animal, aunque los economistas muchas veces, para darse importancia, nos hacen un lío con sus palabros. Por eso se agradece que haya economistas que sacan los pies del tiesto y se hagan las mismas preguntas que nos hacemos nosotros. Es el caso de Steven D. Levitt que junto al periodista Stephen J. Dubner han escrito el libro Freakonomics: Un economista políticamente incorrecto explora el lado oculto de lo que nos afecta.

Levitt (estadounidense nacido en 1967) es un raro en su área académica. Graduado en Harvard, doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusets y ganador en 2003 de la Medalla John Bates Clark, que premia cada dos años al economista más prometedor con una edad inferior a 40 años de Estados Unidos. Actualmente hoy es pofesor de economía de la prestigiosa Universidad de Chicago. A diferencia de otros economistas, él preferiere dedicar su atención a temas aparentemente poco relacionados con la economía, como la delincuencia o la cultura. Esta investigación heterodoxa le creó una cierta reputación (no exenta de críticas). Un buen día el New York Times le pide a Dubner que haga un reportaje del economista para su revista dominical. Ese artículo sería el origen de este libro, bestseller (en el buen sentido de la palabra) internacional y que ya cuenta con una segunda parte en el mercado.

La sabiduría convencional a menudo se halla mal fundamentada y resulta endemoniadamente difícil de comprender, pero puede lograse.

Los efectos drásticos frecuentemente tienen causas lejanas, incluso sutiles. La respuesta a un enigma determinado no siempre está delante de nosotros.

Hemos dicho en la introducción de este libro que Levitt no usa una metodología ortodoxa y que se hace preguntas que otros economistas no se hacen. ¿Qué tipo de preguntas son estas? Pongamos varios ejemplos: ¿En qué se parece el Ku Klux Klan a un agente inmobiliario? ¿Qué tienen en común un maestro de escuela y un luchador de sumo? ¿Por qué continúan viviendo los traficantes de drogas con sus madres? ¿A dónde se han ido todos los criminales? ¿Qué hace perfecto a un padre? ¿Tendría Roshanda un olor tan dulce un olor tan dulce si su nombre fuese otro? Todas estas preguntas (que sirven de título a los capítulos del libro) y aparentes contradicciones son las que le sirven a Levitt de punto de partida para analizar y exponer sus teorías.

Pero antes de entrar en ejemplos concretos conviene explicar cuál es la meta última que se propone Levitt. Su misión es intentar desenmascarar falacias que hoy tomamos por buenas a través de la mejor información que existen en el mundo: los datos estadísticos. Asumimos muchas veces ideas que no pueden ser más erróneas. Estos prejuicios sociales pueden provocar perjuicios muy severos en nuestra economía doméstica y pueden llevar a los políticos a poner en práctica políticas suicidas para la sociedad. A la hora de tomar una decisión debemos hacerlo siempre de forma razonada, con toda la información posible e intentando dejar los sentimientos a un lado. Porque al fin y al cabo todas las decisiones que tomamos tienen un componente económico.

Hasta los años ’80 el nivel de delincuencia en Estados Unidos crecía de forma desbocada. Todos los expertos indicaban que los años ’90 serían una especie de jungla donde correrían ríos de sangre. El apocalipsis estaba llegando. No fue pequeña la sorpresa de todos los encargados de las políticas públicas al descubrir cómo en los años ’90 el crimen empezó a descender de forma exponencial y todos querían descubrir el motivo real. Una situación tan compleja como la delincuencia se debe a un multitud de causas pero siempre hay una que resulta determinante, y en esta madre de todas las causas los expertos no conseguían ponerse de acuerdo. Unos decían que el descenso se debía al mayor número de efectivos, otros destacaban las nuevas técnicas policiales, los más radicales apostaban por la famosa política de tolerancia cero que se puso en práctica en Nueva York por el alcalde Giuliani (que no sale muy bien parado en el libro) con su jefe de policía, los más optimistas hablaban del impacto positivo del progreso económico, etc.

Esta disparidad de razones incomodaba a Levitt. Especialmente porque algunas de estas medidas o situaciones sólo habían tenido lugar en sitios muy concretos, mientras que el descenso del crimen fue generalizado en todo el país. Tenía que haber otra causa, quizás un poco más lejana, que explicara este misterioso fenómeno. Tras mucho investigar concluyó que el motivo principal del descenso de la delincuencia había sido la legislación del aborto. Levitt se dio cuenta de que recurren al aborto, generalmente, miembros de un estrato social inferior, que es el caldo de cultivo de la delincuencia. Al legalizar el aborto se consiguió por un lado evitar traer nuevos chicos (la delincuencia es mayoritariamente “ejercida” por los hombres) que serían carne de cañón del tráfico de drogas y de las bandas y por otro evitar crear niñas que fueran, en el futuro, “fábricas” de crear delincuentes (el entrecomillado aquí es mío, no del libro). Es decir, la legalización del aborto tuvo un efecto positivo no planeado. Hay muchos datos que lo demuestran. Por ejemplo, los estados con un mayor índice de aborto son los que experimentan un mayor descenso en las tasa de crimen. Otro, los estados pioneros en aplicar las políticas de aborto fueron los que primero experimentaron ese descenso en la delincuencia. Un último dato, mientras la delincuencia se mantiene en los mismo niveles en las generaciones “adultas”, el descenso de la delincuencia se da en las generaciones jóvenes, en las que son ya de la era postaborto.

Por supuesto, esta conclusión (trabajo previo realizado por Levitt y también incluído en el libro) causó un gran escándalo. Está claro que la decisión de aprobar o no el aborto cae dentro de la moral. En esa parte Levitt no está interesando. Él se limita a cotejar los datos y a describir las situaciones. A lo largo del libro nos muestra otras verdades incómodas. Por ejemplo, el número de muertes por armas de fuego es muy inferior al de muertes en piscinas. Sin embargo pocas personas hacen campaña para aumentar la seguridad de este segundo caso. Para Levitt el número de armas no es el problema (y ahí está Suiza para demostrarlo, armada hasta los dientes y sin casi muertes derivadas en tiroteos) sino el acceso a las mismas.

Otras de las lecciones que se aprenden a lo largo del libro tiene que ver con la información y los expertos. La información es clave para nuestro día a día. Como ya dijo el filósofo hace tiempo: “La información es poder”. A la hora de realizar cualquier transacción hay una de las dos partes que cuenta con un mayor número de información. Esta diferencia es la asimetría informativa y coloca a una parte en superioridad respecto a la otra. Para analizar este concepto Levitt recurre al mercado inmobiliario y demuestra como los agentes inmobiliarios mantienen sus propias casas en venta en el mercado una media de 10 veces más y las venden un 3% más cara que cuando vende la casa de otro ¿Por qué? Porque cuando vende la casa de otro él se lleva sólo una comisión. Está más inclinado a aceptar una oferta a la baja (y a presionar al dueño de la casa para que la acepte) porque el impacto de 10.000 dólares menos en el precio de la venta casi no tiene consecuencias en su comisión. A la hora de comprar una casa es mejor hacerlo a través de una agencia, pero al venderla es mejor hacerlo de forma particular. Otras cosa es que tengamos el tiempo para hacerlo…

Lo peor de los expertos es que muchas veces ni siquiera lo son. Ya hemos visto como todos los expertos se equivocaron acerca del aumento de la criminalidad en Estados Unidos en los ’90 y como posteriormente erraron en el diagnóstico de la razones del descenso. Levitt nos anima a que analicemos los datos por nosotros mismos y que no nos dejemos embaucar por el primero que pasa por la calle. Además Internet ha conseguido democratizar el acceso a la información. Hoy en día, si invertimos el tiempo necesario, contamos con muchas bazas para evitar ser timado. Sólo tenemos que pararnos a analizar los datos disponibles.

Este libro corroboró lo que ya aprendí hace cierto tiempo viendo (precisamente en internet) una charla del médico y académico sueco Hans Rosling organizada por TED. En esta charla, llena de datos y aún así tremendamente amena, Rosling demostraba como la diferencia que tenemos asumida de países industrializados y en desarrollo ya no tiene sentido en el mundo globalizado. Así mismo demuestra cómo no es verdad que África sea un desastre. Es cierto que siguen en una situación terrible de pobreza pero el cambio que han hecho en tan sólo 100 años ha sido increíble. En Europa necesitamos siglos para alcanzar ese cambio. De la misma forma Levitt and Dubner utilizan datos para que volvamos a pensar cosas que hoy asumimos como ciertas y que realmente no lo son.