El destino ha querido que la segunda biografía que reseñemos en este blog sea también una recomendación de un conocido (en este caso compañera de trabajo) y de nuevo de una personalidad de nacionalidad rusa. Sin embargo esta vez, lejos de las tramas por ostentar el poder que vimos en la biografía de Stalin, nos vamos a detener en una de las personalidades culturales más importantes del siglo XX: Rudolf Nureyev. La biógrafa es Julie Kavanagh, bailarina frustrada debido a una lesión y que desde entonces se dedicó al mundo del periodismo. Empezó su investigación sobre el artista en el año 1997 y tras años de duro trabajo acabó publicando la obra 8 años después.
Las biografías tienden a comenzar o bien con el nacimiento de la personalidad que cubren o bien con su muerte (aprovecho para decir que cualquier biografía de una persona que todavía vive es una pérdida de tiempo). Esta biografía es de las del primer grupo arrancando con el nacimiento de Nureyev en el Transiberiano, en mitad de una viaje que su madre y hermanas habían emprendido para desplazarse a vivir a Vladivostok, donde su padre estaba destinado con el ejército rojo. Nureyev diría años después que tan insólito nacimiento adelantó de forma metafórica su vida posterior marcada por los viajes y el desarraigo.
También al comienzo Kavanagh nos narra el descubrimiento de Nureyev del mundo del ballet. Unas navidades la madre de Nureyev lleva a sus hijos a presenciar una actuación de ballet. Nureyev, todavía niño, experimenta una epifanía y queda convencido que su vocación es convertirse en bailarín. Si bien semejante vocación sería una verdadera pesadilla en cualquier otro país, en Rusia no conlleva necesariamente ningún estigma y la única preocupación por parte de sus padres es si será capaz de poder generar suficiente dinero para vivir con esta actividad. La calidad de Nureyev pronto disipará dichas dudas.
No sé nada del mundo del ballet, de hecho si la memoria no me falla creo que nunca he estado en ninguno. Por eso cuando mi compañera de trabajo me trajo el libro para que lo leyera lo dejé criando polvo durante un buen tiempo en la estantería de casa. Haciendo orden un día el libro salió a la luz y como acababa de terminar La sal de las lágrimas y no tenía otro a mano, decidí darle una oportunidad. Y la verdades que desde el primer momento me enganchó bastante. La personalidad de Nureyev era impresionante, arrolladora, pero en ocasiones prepotente y orgullosa. Kavanagh no elude mostrar las sombras de su personalidad e incluso en más de una ocasión le saca los colores al corregirle datos que nos proporciona en su autobiografía y declaraciones suyas recogidas en otros medios. Hubiera sido muy fácil hacer una hagiografía, especialmente teniendo en cuenta que Kavanagh también viene desde ese mismo mundo y es claramente consciente del genio de Nureyev. Sin embargo los comentarios a menudo están contrastados por diferentes fuentes y no se da lugar preferencial a la voz de Nureyez, sino a la verosimilitud.
Muchos son los aspectos que me parecen interesantes de estas biografías, pero sin lugar a dudas uno de los momentos más interesantes es cuando Nureyev deserta de la URSS para quedarse en territorio francés aprovechando una gira. Nureyev muestra desde el principio de su vida artística poco compromiso con las exigencias políticas que son impuestas a sus conciudadanos para poder progresar, y no duda de calificarlo públicamente como una pérdida de tiempo. Su vocación puramente artística, sumado a su orientación sexual, le llevan a lanzarse a la desesperada en el aeropuerto de París en brazos de los policías franceses mientras dos gorilas de la KGB le custodiaban para ponerle de vuelta en un vuelo a Moscú.
Desertar no es algo fácil, en especial porque las consecuencias muchas veces no las pagan los que lo hacen sino los de su alrededor. La suerte de la familia y amigos de Nureyev es que lo hizo en la época de Khrushchev y no en la de Stalin. Khrushchev llegó a firmar la orden de dar muerte a Nureyev, y sus conocidos sufrieron el acoso de la KGB como reprimenda pública. Nureyev tuvo remordimientos de conciencia toda su vida por esto, en especial porque tuvo acceso a una vida privilegiada y llena de glamour, y más tarde hizo todo lo posible para rescatar a su familia de su situación y que pudieran vivir todos juntos en Estados Unidos.
En los años 80 el SIDA hacía estragos en los ámbitos homosexuales. En los círculos artísticos fueron muchas las figuras de gran genio que sucumbieron a a su paso. Gente tan universalmente querida y genial comoFreddy Mercury, Rock Hudson o en nuestro ámbito local Gil de Biedma fueron cayendo en los brazos de la terrible enfermedad. En el círculo Nureyev en los años 80 empezaron a aparecer las primeras víctimas. Al principio Nureyev intentó ignorar sus propios síntomas, pero poco a poco la situación se fue volviendo insostenible. Cuando ya no pudo dedicarse al baile, debido a su agotamiento, emprendió la labor de director de orquesta. Esta huida hacia adelante no es otra cosa que el compromiso ciego del artistas frente a la vida, no concebir la existencia fuera de otra esfera que la del arte, lo cual ya le había proporcionado cierto aislamiento en sus años de juventud. Tras su última aparición como director fue ovacionado apasionadamente y el gobierno francés le concedió la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. Nureyev moriría meses más tarde con tan sólo 54 años, otro genio que se iba demasiado pronto.
Creo que la biografía de Kavanagh desgraciadamente no se encuentra disponible en español, pero el lenguaje no es muy complicado y de nuevo, no se necesita ser un experto en arte del ballet para disfrutar de este apasionante relato.